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martes, 27 de marzo de 2007

LA PRIMERA...

El otro día iba en el auto con mis amigos y ya era de noche, aproximadamente las 20:30, justo como ahora que estoy escribiendo esto...
Nos tuvimos que detener en frente de un expendio de pan porque teníamos que comprar algunas teleras para hacer tortas de jamón y queso de puerco; esa noche queríamos cenar eso y beber, como todas las noches, un poco de café bien cargado.
Del y yo fuimos por el pan, y Foggy y Leenchov fueron a comprar a una tienda en la esquina unos cigarros, una lata de chiles, el jamón y el queso de puerco.
Era una de esas tienditas que hay en todas las esquinas; esta tenía la particularidad de estar en alto con respecto a la mayoría de construcciones en el lugar, porque en aquel lugar en el que nos encontrábamos era una parte prominente en 'El montecito'.
A pesar de poder ver la mayor parte del pueblo, las lámparas verde- fosforescente atraían la vista a cualquiera y uno se podía olvidar del delicioso paisaje del pueblito; sólo para admirar esa miscelánea con su verde chinga- pupilas, pero sobre todo, para admirar a Lizy.
Lizy era la hija del dueño de la tienda, el cual era un hombre bastante arraigado a sus costumbres, a la misma forma de vivir por décadas, como la mayoría de la gente en deathtown.
Ahí se respiraba un aire convencional y arraigado a ciertas costumbres que algunos no habíamos podido, ni queríamos adquirir durante el tiempo que habíamos vivido aquí en Deathtown.
Mientras Del y yo esperábamos a Foggy y Leenchov, nos tomamos un poco de tiempo para poder admirar desde 'El montecito' un poco del paisaje nocturno, pero al darnos cuenta que era Lizy la que atendía a nuestros amigos, no pudimos sino sólo centrar nuestra atención en aquella fachada tan común de cualquier tiendita, pero que de no ser por Lizy, jamás resultaría lo sui generis que resultaba aquella noche.
Ella llevaba el cabello suelto y sus ojos enormes y un algo extraviados, realmente inspiraban.
Sólo que había un problema del cual estabamos completamente despreocupados, mi compañero Del y yo; el problema era un chaval de nombre Ray a quien el padre de Lizy se la había 'apartado', a cambio, por supuesto, de un apoyo económico para abastecer y recuperar aquella tienda que hace algunos años había dado casi por perdida.
Una de tantas costumbres que la gente tenía ahí en Deathtown, era precisamente apartar, vender o intercambiar a las mujeres, desde su niñez, para los individuos con mayores posesiones o poder adquisitivo.
Yo no sé si Lizy, con el paso de los años se había hecho a la idea de que iba a pasar el resto de su vida con alguien, a quien después de todo ella no había elegido, pero su actitud siempre era de consentimiento, respeto o resignación con respecto a la situación que vivía; porque no se permitía, por ejemplo sonreír con algún otro muchacho del pueblo y mucho menos cualquier otra cosa.
A mí, muchas veces me hubiera gustado ver alguna puesta de sol o ver, como aquella noche, la luna pasearse encima de Deathtown desde 'El montecito' en los ojos de Lizy, pero eso hubiera significado mi muerte o algo peor, porque si había algo peor que la muerte, en Deathtown lo conocían, pero en este momento no quiero hablar de ello.
Algunas veces pienso en la atmósfera que tiene este Deathtown y lo mágicos que resultan muchos atardeceres y muchas de sus noches; pero aquello se ve bastante obnubilado por la situación de mucha gente como Lizy, que de acuerdo a su modus vivendi las cosas son así y ni pensar en modificarlas, porque la gente de aquí se aferran vivos o muertos a preservar su manera de vivir y de hacer las cosas.
Después entre algunos suspiros y un poco de silencio y resignación, los chicos y yo regresamos a nuestro escondite.

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